¿Te interesa conocer más sobre la UAA? Encuentra información sobre nosotros y nuestra historia. ¡EscrÃbenos!
Complementa tu formación con nuestras opciones de pregrado y posgrado, cursos de extensión académica, diplomados y cursos de idiomas que tenemos disponibles para ti.
AnÃmate a convertirte en uno de nuestros estudiantes. Encuentra información sobre nuestros servicios, oferta educativa y procesos de admisión.
Infórmate acerca de todos los beneficios que te ofrece la UAA, como las instalaciones y servicios, oferta educativa, deportes y alternativas de apoyo.
Atrévete a expandir tus horizontes y ampliar tus conocimientos al estudiar fuera del estado o del paÃs. ¿Estudias en otro lado y te interesa venir de intercambio a nuestra universidad? ¡Infórmate aquÃ!
Porque el proceso de aprendizaje nunca termina, infórmate acerca de los servicios y opciones que la UAA tiene para ti. Conoce más acerca del apoyo y las convocatorias disponibles.
Da clic aquà y encuentra información sobre los servicios que ofrecemos como la Bolsa de Trabajo Universitaria o la Unidad de Negocios, asà como eventos y convocatorias.
Entérate de las noticias más recientes e importantes de nuestra universidad.
COLABORACIÓN: MarÃa Alejandra Mendoza González, alumna del sexto semestre de la Lic. Letras Hispánicas
HabÃa una vez a las orillas de un lago verde y brillante del Estado de Veracruz, una familia de salamandras que esperaba el nacimiento de los nuevos miembros de la manada. La mamá salamandra se acercó a la parte más húmeda de la orilla a buscar un lugar donde puedan nacer sus crÃas, pero, entre las rocas, encontró un pequeño huevo transparente atorado en el lodo. La mamá salamandra sintió tristeza por la pequeña criatura que nacerÃa de aquel huevo: solo y abandonado. Asà que lo colocó entre su vientre para darle calor.
El huevo se abrió al mismo tiempo en que las crÃas de la mamá salamandra nacieron; quince larvas moteadas y una pequeña larva gris, salieron de debajo del vientre de la mamá hacia el rÃo. La mamá salamandra murió pocos minutos después, pero las larvas empezaron a cazar pequeños insectos para alimentarse y crecer. Las larvas moteadas no querÃan a la pequeña larva gris; se les hacÃa raro que fuera tan pequeña y de un color tan feo, asà que la excluÃan y le dejaban los insectos más pequeños para que comiera.
—Pequeña y fea larva gris, ¡vete! Nadie te quiere aquà —le decÃan cuando querÃa acercarse a comer con ellas.
—No eres como nosotras, no perteneces aquà —le repetÃan siempre que querÃa salir a cazar con ellas.
Hasta las salamandras adultas la excluÃan del grupo diciéndole:
—Tú no eres hermosa y fuerte como los demás, no tienes un lugar aquÃ.
El tiempo fue pasando, y las larvas moteadas empezaron a crecer hasta que su cuerpo dejó de ser transparente y se volvió brillante como el agua; pero la pequeña larva gris no cambió. Aunque creció de tamaño, su cuerpo se quedó transparente y baboso como el slime, como cuando era una crÃa. Las demás salamandras, al darse cuenta de esto, le decÃan con desprecio y repulsión:
—Estas defectuosa, ¡eres una salamandrita fea y defectuosa!
Y se burlaban de ella.
—Nunca serás bella y hermosa como nosotros —le repetÃan y la excluÃan.
La ahora salamandrita defectuosa intentaba caerle bien a las demás: se bañaba de lodo su cuerpo para ser negra y brillante como sus hermanas, pero siempre que se acercaba al agua se le caÃa y todos se reÃan de ella.
—Salamandrita fea y defectuosa.
—¡Estás defectuosa!, nunca crecerás —le gritaban a coro mientras ella se escondÃa entre las hojas.
Un dÃa, harta de las burlas y del rechazo, la salamandrita defectuosa se dijo: “Me iré a buscar otro lugar donde me quieranâ€, y se metió al lago y se dejó arrastrar por las corrientes rÃo abajo esperando llegar a algún lugar donde la quisieran. Después de varios dÃas, en los que solo comÃa pequeños insectos que encontraba en su camino, la salamandrita defectuosa llegó a la orilla de un pequeño riachuelo. Ella estaba muy hambrienta de solo comer insectos pequeños marinos, pues su tamaño más grande le pedÃa que comiera insectos más grandes, asà que salió del agua para cazar y regresó con la panza llena para descansar, y pronto se quedó dormida. Cuando la salamandrita defectuosa despertó, se encontró rodeada de tres larvas grandes de un color oscuro y transparente, como ella.
—¿Quién eres? —le preguntaron.
—Soy una salamandra —respondió la salamandrita defectuosa.
—No pareces una salamandra —contestó una de las larvas —las salamandras tienen la piel brillante, y no transparente como tú.
—Te pareces más a nosotras —dijo otra.
—¿Qué son ustedes? —preguntó la salamandrita defectuosa, dudando por primera vez en su vida de ser una salamandra.
—Somos larvas de tritones —respondió otra larva sonando orgullosa —tal vez tú también seas una larva de tritón.
La salamandrita defectuosa se sintió feliz de, por primera vez en su vida podÃa encajar en algún lugar, y se quedó con las larvas de tritón. Pero el tiempo pasó pronto, y las larvas de tritón empezaron a crecer hasta que su cuerpo dejó de ser transparente y se volvió oscuro y áspero, como si estuviera cubierto de rocas; pero la salamandrita defectuosa seguÃa transparente y babosa como el slime. Entonces los tritones empezaron a burlarse de ella y le decÃan:
—¿Qué tipo de tritón eres? ¿Es que nunca crecerás?
La salamandrita defectuosa se puso muy triste, y trataba de encajar bañándose en la tierra para parecerse a los demás tritones, pero siempre las fuertes corrientes de aire la limpiaban y todos se reÃan de ella.
—Tritón feo y baboso, ¡estas defectuoso! Nunca creerás.
—Soy una salamandra —respondÃa enojada la salamandrita defectuosa al darse cuenta de que al parecer no era un tritón como habÃa creÃdo.
La salamandrita defectuosa harta de las burlas, se alejó por la orilla buscando una corriente que la llevara a algún lugar donde la quisieran. No habÃa avanzado mucho cuando se encontró con un grupo de niños que estaban recogiendo piedras e insectos de la orilla; uno de los niños la agarró y se la llevó a su casa, donde la puso en una pecera de cristal con un laguito y muchas piedras. El niño la trataba muy bien, le contaba cosas y nunca le faltaba comida; ahà la salamandrita defectuosa creció, su piel dejó de ser tan babosa y se volvió lisa como las hojas. Su piel dejo de ser transparente y se volvió de un color negro profundo.
Un dÃa, el niño invitó a otro niño a jugar, y el niño miró extrañado a la salamandrita defectuosa.
—¿Qué es? —le pregunto.
—¡Es un renacuajo! —contestó el niño con mucha emoción.
La salamandrita defectuosa habÃa querido decirle antes al niño que no era un renacuajo, sino una salamandra, pero el niño nunca la oÃa. Aún asÃ, el niño la seguÃa tratando muy bien por lo que no le importaba que la confundiera.
—Eso no es un renacuajo —le contestó el otro niño —los renacuajos son más chiquitos.
El niño se sorprendió de saber que su mascota no era un renacuajo y preguntó:
—¿Entonces qué es?
—No lo sé, es una cosa rara —respondió el otro niño.
Ninguno de los niños sabÃa qué era la salamandrita defectuosa, asà que llamaron a la mamá del niño.
—Mamá, mamá, ¿qué es este animalito? — le preguntó el niño.
La señora se sorprendió al ver la figura adulta de la salamandrita defectuosa y fue a contarle a sus vecinos. Desde entonces, mucha gente entraba y salÃa del cuarto, y pegaban sus caras contra el cristal para verla mejor y decÃan que era una maravilla y que estaba hermosa. La salamandrita defectuosa no entendÃa lo que estaba pasando. Nunca la habÃan llamado de esas maneras y no entendÃa porque esas personas lo hacÃan. Asà pasó el tiempo hasta que un dÃa el niño la metió en un cubo con agua y la subió con él al auto. Viajaron por horas por la carretera donde lo único que la salamandrita defectuosa veÃa desde su cubo eran interminables montes llenos de casas; ella no sabÃa qué era lo que estaba pasando e intentó varias veces preguntarle al niño, pero él nunca la oÃa. Viajaron hasta que amaneció y llegaron a un lago más grande que aquel donde habÃa nacido. El niño la bajó del auto en su cubo; la salamandrita defectuosa estaba maravillada por lo que veÃa: el lago era enorme, lleno de plantas y árboles, y rodeado de barcos de colores. Era un lugar hermoso.
El niño, que la traÃa en brazos, se arrodilló en la orilla del lago y la dejó entre las piedras húmedas. La salamandrita defectuosa se removió entre las piedras encantada por donde estaba: el agua, las piedras, los árboles, los colores… todo le gustaba de ese lugar. De repente, de entre las aguas, salieron una docena de larvas grandes y majestuosas, como ella. De piel lisa y brillante y algo babosa. Y de un sin fin de colores: habÃa rosas, verdes, naranjas, amarillos, cafés y hasta negros, como ella.
—¿Ustedes qué son? —les preguntó la salamandrita defectuosa, sin darse cuenta de lo mucho que se le parecÃan.
—Somos ajolotes —respondió una de las larvas de color naranja —como tú.
—¡Yo no soy un ajolote, yo soy una salamandra pero defectuosa! —afirmó ella.
—No, tú eres un ajolote como nosotros— contestó un ajolote negro, como ella, mostrándole su reflejo en el agua.
La salamandrita defectuosa, que en verdad era un bello ajolote, sonrió al darse cuenta de que en verdad era tan hermosa como ellos. Empezó a ver todos los defectos que le decÃan como pruebas de su encanto. No era una salamandra y no estaba defectuosa, y por fin habÃa encontrado un lugar donde encajaba perfectamente.